viernes, 23 de enero de 2015

UN PAPADO CON OLOR A SANTIDAD

Su buena formación jurídica y teológica hicieron de él un celoso pastor de la Iglesia universal.
Era circunspecto, humilde , generoso, circunspecto en la colación de beneficios.
Era hombre  de prolongada oración , vida austera , algo que no cambió con su nombramiento. Rezaba el oficio divino de rodillas.  Cada día celebraba Misa. También encontraba tiempo para predicar sus hermosas homilías y se le veía frecuentemente en el confesionario  y oía confesiones en san Pedro como si fuese un simple párroco.
Su capacidad de trabajo era prodigiosa. Dormía poco y comía tan escasamente que bastaban unos céntimos por día para su mesa.
Entraba minuciosamente en los detalles de cada medida que se le presentaba, circunspecto en la colación de beneficios ,preparaba de su propia mano las numerosas alocuciones, breves y constituciones después reunidas y publicadas.
Aunque  era de fuerte  constitución más de una vez se hundió bajo el peso de sus trabajos y preocupaciones, continuó manteniendo rigurosamente los ayunos de la Iglesia, y generalmente no se concedió a sí mismo sino el descanso más corto posible de sus labores.
Como Pontífice no contradijo sus principios. Otorgó los cargos de su corte a los sujetos más dignos y ordenó a su hermano mantenerse a distancia y abstenerse de adoptar ningún título nuevo o de interferir en asuntos de estado. En el gobierno de los Estados de la Iglesia, Clemente fue un administrador capaz.
Proveyó diligentemente a las necesidades de sus súbditos, fue extremadamente caritativo con los pobres, mejoró la condición de las prisiones, y aseguró la alimentación del pueblo en época de escasez. Conquistó la buena voluntad de los artistas prohibiendo la exportación de obras maestras antiguas, y la de los científicos encargando a Francesco Bianchini trazar en el pavimento de Sta. Maria degli Angioli el meridiano de Roma, conocido como Clementina.


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